Lo que reconocemos en un hombre, eso lo hacemos arder también en él.Por eso ¡cuídate de los pequeños! Ante ti se sienten pequeños, y su bajeza arde y se pone al rojo vivo contra ti en invisible venganza.¿No has notado cómo solían enmudecer cuando te acercabas a ellos y cómo su fuerza los abandonaba, cual humo de fuego que se extingue? Si, amigo mio, para tus prójimos eres la conciencia malvada: pues son indignos de ti. Por eso te odian y quisieran chuparte la sangre. Tus prójimos serán siempre moscas venenosas; lo que en ti es grande, eso justamente debe hacerlos más venenosos y siempre más parecidos a moscas. Huye, amigo mío, a tu soledad, allí donde sopla un viento áspero, fuerte. No es tu destino ser espantamoscas.
Así habló Zaratustra.
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